lunes, 8 de abril de 2013

EL LIBRO AZUL - Rusko Hendumaika

EL LIBRO AZUL
Rusko Hendumaika

A continuación, relataré los acontecimientos acaecidos en el Valle durante sus últimas horas, al menos desde mi punto de vista. No es la mejor versión, la más extensa o acertada, ni la más honorable. Pero es mi versión.

La primera orden que nos dio Sir Lucian fue formar dos grupos; uno acompañaría a Alexandros a Aguas Fuertes con un objetivo que no me revelaron; mientras que el otro grupo, en el que yo me hallaba, asaltaría el campamento de los Guerreros Oscuros para capturar algún enemigo con vida e interrogarlo. Nuestro primer ataque fue un fracaso y tuvimos que retirarnos. En nuestra segunda incursión, logramos capturar a uno de los Guerreros Oscuros y lo llevamos a nuestro campamento, aunque no fue capaz de darnos demasiada información útil. Se organizó una tercera acometida, en la que fui derribado y capturado por los enemigos.

Los elfos me llevaron a su campamento y empezaron a hacerme preguntas acerca de los planes de Sir Lucian. En realidad, yo no estaba informado, e intenté ocultárselo, por lo que decidieron interrogarme de una forma más brutal. Fue entonces cuando Sik hizo aparición. [Nota off-rol: Sik es la segunda personalidad de mi personaje, Rusko.] Sik miró directamente a los ojos de Avryale, que esperaba una respuesta, y empezó a inventarse que Sir Lucian planeaba aliarse con Aguas Fuertes. Más tarde, me enteré de que esa era la verdad, y lamenté que Sik hubiera dado en el clavo. En cualquier caso, los elfos se dieron por satisfechos con esta información y me liberaron, no sin antes cortarme el pulgar izquierdo. Me llevaron ante Sir Lucian, con mi mano aún sangrando, y le devolvieron al prisionero. Con las fuerzas que me quedaban, me arrodillé ante Sir Lucian suplicándole el perdón. Sus únicas palabras, llenas de desprecio, fueron "ve al campamento y hablaremos más tarde".

Gracias a la Espada, recuperé mi pulgar, o casi: me fue sustituido por el de un cadáver elfo y reanimado con magia. Desde entonces cargo con el estigma de un dedo que en ocasiones parece tener vida propia.

Me quedé en el campamento de los Siervos de la Espada, esperando a que sanaran mis heridas. Mientras tanto, según tengo entendido, el resto del ejército combatió contra los Norteños en algún lugar. Una batalla en la que no participé. Cuando mi mano se hubo recuperado, y al ver que no regresaban, decidí rastrear la zona por si hubiera algún peligro. No había ido muy lejos, cuando oí unos gritos de mujer. Una elfa corría mientras un guerrero que reconocí como otro Siervo de la Espada la perseguía por el camino. Como estaba en una buena posición para interceptarlos, esperé escondido tras un arbusto y me lancé sobre ella en cuanto pasó. Logré aturdirla y la dejé a merced de su perseguidor, quien creo que la remató más tarde. Justo entonces me enteré de que Sir Lucian regresaba de su misión y fui a su encuentro en nuestro campamento.

La siguiente misión que nos encomendó Sir Lucian fue ir con él para emboscar a la paladina Efnet mientras paseaba con su escolta. Esta vez Sir Lucian sí nos reveló sus planes: Efnet conocía el paradero de un objeto mágico que podría permitir a los elfos regenerar completamente el Bosque de Luna, y Sir Lucian quería impedirlo. Encontramos a Efnet y le cortamos el paso. Sir Lucian la invitó amablemente a venir con nosotros dejando atrás a su guardia. Efnet aceptó, pues su alternativa habría sido ser sometida a la fueza por las hordas de los Siervos de la Espada.

Sir Lucian llevó a Efnet a un lugar recóndito, donde la interrogó. Efnet aseguraba no saber a qué se refería Sir Lucian, por lo que éste la amenazó de muerte. Todos esperábamos una represalia de Aguas Fuertes, y vigilábamos por si nos asaltaban, pero Aguas Fuertes tardó en llegar, y Sir Lucian cortó el cuello de Efnet cuando al fin aparecieron. Al parecer, no la mató, sino que solamente la hirió, pues la sanaron más tarde en la ciudad. Aguas Fuertes y los Norteños atacaron igualmente a nuestras tropas, y nos vimos envueltos en una encarnizada batalla.

Durante las horas siguientes, todo fue caos. Salíamos de una batalla para entrar en otra, con otra facción distinta. Llegó un momento en el que todo el Valle parecía querer nuestras cabezas y atacaban sin cuartel. En un momento de relativa calma, nuestra recolectora reveló que había estado acumulando recursos de todo tipo, por lo que teníamos una gran riqueza en el campamento sin saberlo. Organizamos una caravana y nos dirigimos sin dudarlo hasta la Herrería, donde nuestro ejército pudo beneficiarse de armas mejoradas. Uno de nuestros guerreros incluso consiguió hacerse con el legendario Martillo del Herrero, por lo que me cedió su espada durante un tiempo (y he de confesar que me vi bastante beneficiado de aquello).

En la siguiente batalla, en la que intentamos asediar sin mucho éxito los muros de Aguas Fuertes, caí moribundo, y un agradable mercader, al verme, reconoció la espada de mi compañero. Me propuso pagarle una moneda de plata a cambio de no arrancármela de mis débiles manos, pues dijo que le pertenecía. Me pareció justo pagar un precio tan bajo por no perder el arma que me habían prestado, por lo que acepté. Sir Lucian no tardó en liderar una comitiva para recuperar los cadáveres y heridos en la batalla, por lo que pude regresar al campamento sin más problemas.

Más tarde, uno de nuestros compañeros se dirigió ante Sir Lucian y le dijo que había hallado un traidor entre nuestras filas. Señaló a Alexandros, el fiel lugarteniente de Sir Lucian. Sir Lucian no solo no le creyó, sino que indagó en su mente usando magia y no halló verdad en la acusación. Por su ultraje acusando a Alexandros sin pruebas, Sir Lucian ejecutó al supuesto soplón.

Cansados tras las muchas batallas, los líderes de las facciones acordaron una pequeña tregua. Sir Lucian se dirigió al campamento élfico para solucionar ciertos menesteres allí, y algunos de nosotros fuimos con él para parlamentar con los Guerreros Oscuros. [Nota Off-rol: Fue aquí cuando, hartos de luchar y no rolear, fuimos solamente con intención de hablar y las cosas se torcieron un poco.]

Mi compañera Skadi Nordstern insistió en hablar con el mago, una vez nos permitieron acceder al campamento. Con muy malos ojos nos miraban, pero al final los elfos nos concedieron una audiencia con el mago Soul. Las cosas fueron bastante confusas, y mis recuerdos se nublan. Los elfos nos amenazaron y nos dieron a elegir entre la muerte o volver con Sir Lucian; sin embargo, Skadi acordó con el mago Soul que nos concedería protección a cambio de unirnos a sus filas. El mago accedió, y nos protegió de Sir Lucian cuando este acudió a descubrir el origen de tanto alboroto. Sir Lucian se marchó del campamento, mientras que Skadi y yo nos quedábamos allí, teóricamente bajo la protección del mago. Sin embargo, Avryale no compartía la decisión del mago, y exclamó que no quería ex-Siervos de la Espada en su grupo, por lo que ordenó llevarnos de vuelta ante Sir Lucian.

No pudimos escapar ni resistirnos. Confiando en que el mago nos protegería de nuevo, Skadi y yo nos dejamos llevar. Sin embargo, el mago no hizo nada cuando nos entregaron a Sir Lucian, nos arrodillaron, nos pusieron sendas espadas en el cuello y nos ejecutaron públicamente por traidores. Tras eso, Sir Lucian nos reanimó con el poder de la Espada, en forma de no-muertos subyugados a su poder.

Todavía aturdido por el hecho de estar muerto, no me di cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. Por algún motivo, Sir Lucian y Avryale estaban forjando una nueva alianza. [Nota off-rol: ¡A buenas horas! ¿Qué sentido tuvo lo nuestro entonces?] Juntos, se dirigieron a Aguas Fuertes, donde estos y los Norteños se preparaban para la batalla final.

En la batalla final, todo ocurrió muy rápido. Encontré más poder en mi nueva forma de no-muerto, que me ayudó a cobrarme alguna víctima. Logré infiltrarme tras las líneas enemigas y atacar por la espalda a sus arqueros... hasta que Efnet me detectó y acabó con mi no-vida.

Justo en ese momento, ocurrió la explosión. Invocaron un terrible mal. Un halo de pavor se adueñó del Valle, y mientras mi vista volvía a nublarse por la muerte, el Valle fue destruido, y no vi ni oí nada más...

FIN

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